Tomé esta foto en una zona pantanosa cerca de las orillas de un río. Aquí, durante la estación fría, la inversión térmica genera niebla que se disipa lentamente al amanecer. Un manto de bruma cubre de blanco la vegetación palustre; sólo algunos árboles emergen como suspendidos entre las nubes.
Conjunto de Lycoperdon perlatum, el cuesco de lobo, en un pequeño bosque de castaños. Cuando maduran estas singulares setas se forma un pequeño orificio en su cúspide por el cual, cuando se dan las condiciones idóneas, eyectan, de manera violenta, sus miles de esporas generando ambientes casi mágicos.
Los bosquetes oromediterráneos están en regresión. Uno de ellos aún subsiste en zonas escarpadas de Santa Bárbara a 2.269 m en la Sierra de Baza. Allí, en un inhóspito suelo calizo, destacan asombrosos pinos laricios o salgareños (Pinus nigra subsp. salzmannii) de serpentinas formas y de bajo porte respecto a sus semejantes; árboles adaptativos y extremadamente resistentes gracias a la elasticidad y a la fortaleza de su preciada madera.
En la costa observé una gran abundancia de sargazo vesiculoso (Fucus vesiculosus), algas rojas (Rhodophyta) y otras. Inspirado por la exuberancia de colores y texturas que ofrecían, decidí crear una composición íntima que buscaba capturar su esplendor. Entre las algas descubrí un huevo seco de tiburón pintarroja (Scyliorhinus canicula) que inmediatamente se convirtió en la joya más preciada de este tesoro marino. Apliqué un balance de blancos frío y luz cálida rasante con un panel led.
En mi jardín florecieron en primavera muchos bulbos de ajo blanco (Allium neapolitanum), con grupos de pequeñas flores blancas poco "perfumadas". Aislé un pequeño ramito de flores y lo capturé utilizando pequeños focos de colores.
La flor de pulsatila (Pulsatilla sp.) con sus finos pelos siempre ha inspirado a los fotógrafos. En mi región natal, el Sarre, conozco muchos hábitats silvestres de esta hermosa planta. La imagen muestra la ligereza aérea de un prado primaveral lleno de flores de pulsatila.
Hoy en día, la planta carnívora rocío del sol (Drosera rotundifolia) está en franco declive debido a la pérdida de hábitat por los pastos alpinos, pero sobre todo a la acción del cambio climático. Atrapa insectos mediante pedúnculos para obtener el nitrógeno necesario para vivir. Una adaptación extrema al medio húmedo donde viven estas diminutas y fascinantes plantas.