Varias medusas flotando en la superficie del mar a primera hora de la mañana tomando los primeros rayos de sol. La medusa huevo frito (Cotylorhiza tuberculata) tienen dinoflagelados simbiontes en sus tejidos y por ello deben tomar el sol, y en ocasiones nadan agrupadas en superficie.
El tiburón ballena (Rhincodon typus), cuyas actividades diurnas siguen siendo un misterio, sube a la superficie por la noche para alimentarse de organismos planctónicos. Lo que más me sorprendió del pez más grande del mar no fue su tamaño, sino el número de rémoras balleneras (Remora australis) que llevaba consigo: como una sombra dinámica, seguían e imitaban todos sus movimientos acompañándola durante su festín de medianoche.
A medida que pasaba la tormenta, mostrando un arco iris, por debajo de la superficie del agua se desplazaba una raya de espina o raya látigo americana (Hypanus americanus) por el fondo arenoso del océano. Esta foto fue tomada con una carcasa subacuática y un objetivo ojo de pez con un gran domo de cristal, para capturar tanto por encima como por debajo del agua.
Todos los veranos voy a un lago del sudeste de Francia para fotografiar los nenúfares (Nymphaeaceae) y los peces que se esconden entre ellos. Encontrar el equilibrio adecuado entre la luz, el ángulo de visión y el encuadre en función de la posición del sol, la densidad de las plantas y la claridad del agua, requiere una gran variedad de fotos. Me acerco a ellos con el snorkel y moviéndome con mucha precaución, para no levantar partículas del fondo.
Una hembra de argonauta mayor (Argonauta argo) se aferra a una medusa a la deriva, utilizándola como medio de transporte y protección. Rara vez vistos en libertad, estos delicados pulpos pelágicos crean un caparazón fino como el papel para incubar sus huevos. Este extraordinario encuentro, captado durante una inmersión en aguas negras, revela la extraordinaria adaptabilidad de los nautilos y pone de relieve la frágil belleza de la vida en aguas abiertas.
Cuatro sepias gigantes australianas (Ascarosepion apama) macho compiten por la atención de una hembra más pequeña, en un deslumbrante despliegue de colores y de formas cambiantes.
Es cierto que las aves son los descendientes vivos más cercanos de los dinosaurios, y siempre hay algo inconfundible en los alcatraces atlánticos (Morus bassanus) que recuerdan a los dinosaurios. Tal vez sea por sus ojos penetrantes, o por el hecho de que son depredadores extraordinarios que conquistan tanto el medio terrestre como el acuático. Pueden zambullirse en el mar cayendo desde el cielo a velocidades de hasta 100 km/h.